Si no tuvieras hambre, te diría:
no vayas al Ingenio.
Si no tuvieras vicios, te diría:
no vayas al Ingenio.
Y si tuvieras ropa te diría:
no vayas al Ingenio
Que allí de madrugada
deschalarás la caña
con un machete largo
y la noche en la espalda.
Que en el Ingenio, al alba
sonará la campana
y volverás de tarde
cuando la tarde caiga,
para comer tu cena
de batatas asadas
Que mientras tu trabajas
y el cacique te manda
él se queda sentado
de botas y bombachas.
Que al final de la zafra
al peso que te guardan
de los dos que por día
con el machete ganas
te lo dará el ingenio
en un par de alpargatas.
un chaleco, una manta,
alguna yegua flaca
cinco kilos de azúcar
para endulzar la marcha
de regreso a tu monte
porque ya no haces falta.
Si no tuvieras hambre te diría:
no vayas al Ingenio.
Pero el conchabador
te arranca de la tierra
dándote de regalo
unos kilos de yerba
y unos litros de alcohol
aunque después ingreses
al Ingenio endeudado
y al regalo lo tengas
que saldar con trabajo.
Si no tuvieras vicios, te dría:
no vayas al Ingenio
Que el ingenio te mata
con el sol que te abrasa,
con el tabaco oscuro
y la coca que mascas …
Y si tuvieras ropa, te diría:
no vayas al Ingenio.
Pero te compran, indio
como a un niño ingenuo,
con un rifle oxidado,
con la luz de un espejo,
con un saco amarillo,
con un sombrero viejo
Manuel J. Castilla